viernes, 4 de abril de 2014

La mala indiferencia

Mi Venezuela, tan bella, tan triste y tan indiferente

Ayer hablaba con un primo, también mi mejor amigo, y le contaba mi consternación ante la tranquilidad de algunas personas.

-Chamo, me estoy volviendo loca, pero siento que mi vida como que se paró desde el momento que mataron al primer chamo en las protestas- le confesé yo, algo apenada porque también soy muy exagerada y tiendo a tomarme todo muy a pecho.

Para mi alivio, él me dijo que le pasaba lo mismo.

Los dos comentábamos a través de Skype, pues estamos en ciudades distintas del oriente, que nos sentíamos inútiles.

-Aquí en Maturín la gente sigue como si nada ¿Sabes? Mi tía Gio le dijo a mi mamá, que iba saliendo a una marcha, que para qué iba, que marchando no iba a revivir a ninguno de los muertos. Que arrechera- dice él, y se queda callado. Yo tampoco sé que decir.

Me deja sin palabras cosas como esas.

¿Por qué tanta indiferencia, venezolano, si los mismos problemas por los que yo protesto, te afectan a ti también?

Veo gente que va al cine, a los centros comerciales a disfrutar de un café, y me pregunto cómo lo hacen. Una amiga me dice que no puedo parar mi vida por lo que está pasando. Mi prima mayor me dice que no siga perdiendo el tiempo haciendo pancartas y que me ponga a estudiar.

Pero no puedo hacer ninguna de esas cosas, porque de hecho, mi vida se detuvo y cambió muchísimo cuando Bassil De Costa cayó en el suelo asesinado de un balazo en la cabeza.

¿Los demás, los indiferentes, no piensan ni en Génesis ni en Graldine, que ya no van a poder ir a bañarse a una playa porque las asesinaron por reclamar sus derechos?

¿Los indiferentes no piensas en sus hijos pequeñitos, que probablemente de grandes no van a poder salir tranquilos a la calle? Estamos en un país donde es más probable que te mate un delincuente, que tengas oportunidad de graduarte. Y a la gente parece no importarle.

Yo cuando estoy comiendo me pregunto si los chamos de Caracas, esos encapuchados temerarios, ya comieron, o si han dormido. Ellos están peleando por lo mismo que protesto yo, igual que todos esos que fueron asesinados durante las marchas y concentraciones. Y a la gente parece no importarle.

-No es que no me importe- me dice una amiga muy querida- Es que no puedo paralizar mi vida, tengo demasiadas cosas que hacer.

Cosas como ir al gimnasio y visitar el cine con su novio.  

Y eso me molesta, pero no se lo digo. Porque no puedo obligar a la gente a protestar o a dedicar cada minuto de su vida a la causa. No puedo obligar a la gente a pensar que esto es serio, que no estás perdiendo el tiempo protestando, sino estás haciendo consciencia, estás despertando a personas, estás construyendo un país dentro de las mentes y los corazones de cada venezolano.

Ojalá ellos supieran lo importante que es cada uno, como voz, como fuerza. 

Y quiero sacudir a mis amigas, gritarles cosas como “pendeja, no te sirve de nada el título si mañana te matan mientras vas a trabajar”.  Y quiero sacudir a cada venezolano que se queda en su casa, mirando la protesta a través de fotos desde su celular porque estaba cansado, porque no había comido, porque tenía flojera, porque cree que no se hace nada marchando, porque hace mucho sol, porque está lloviendo, porque está estudiando, porque va a salir más tarde con unos amigos, porque, porque, porque. Son tantas excusas y tan poco esfuerzo.

No entiendo cómo quieren que las cosas mejoren si no hacen nada diferente. También entiendo que hay gente que tiene trabajo y responsabilidades con su familia, que no tienen tiempo para marchar.


No te estoy pidiendo que vayas a guarimbear. Pero si tienes tiempo para echar una dormidita, tienes tiempo para escribir en un papel algún tipo de protesta y pegarla en cualquier muro de tu ciudad. Llévale comida a los chamos que protestan. Colabora con tinta o papel para hacer volantes. 

No te quedes callado, y haz algo. Necesitamos tu ayuda, y la necesitamos ya. Lamentablemente no basta con que seas opositor. No basta con que tuitees cosas en contra del gobierno. No basta con que pites y sonrías cada vez que pasas al lado de unos manifestantes. No basta con que lleves la gorrita de Venezuela a todas partes. No basta con que reces por la paz. Necesitamos de tu mano y de tu voz, no seas indiferente, por favor. Tu indiferencia está acabando con mi país.


 También su país.

3 comentarios: