Mi Venezuela, tan bella, tan triste y tan indiferente
Ayer hablaba con un primo, también mi mejor amigo, y le
contaba mi consternación ante la tranquilidad de algunas personas.
-Chamo, me estoy volviendo loca, pero siento que mi vida
como que se paró desde el momento que mataron al primer chamo en las protestas-
le confesé yo, algo apenada porque también soy muy exagerada y tiendo a tomarme
todo muy a pecho.
Para mi alivio, él me dijo que le pasaba lo mismo.
Los dos comentábamos a través de Skype, pues estamos en
ciudades distintas del oriente, que nos sentíamos inútiles.
-Aquí en Maturín la gente sigue como si nada ¿Sabes? Mi tía
Gio le dijo a mi mamá, que iba saliendo a una marcha, que para qué iba, que
marchando no iba a revivir a ninguno de los muertos. Que arrechera- dice él, y
se queda callado. Yo tampoco sé que decir.
Me deja sin palabras cosas como esas.
¿Por qué tanta indiferencia, venezolano, si los mismos
problemas por los que yo protesto, te afectan a ti también?
Veo gente que va al cine, a los centros comerciales a
disfrutar de un café, y me pregunto cómo lo hacen. Una amiga me dice que no
puedo parar mi vida por lo que está pasando. Mi prima mayor me dice que no siga
perdiendo el tiempo haciendo pancartas y que me ponga a estudiar.
Pero no puedo hacer ninguna de esas cosas, porque de hecho,
mi vida se detuvo y cambió muchísimo cuando Bassil De Costa cayó en el suelo
asesinado de un balazo en la cabeza.
¿Los demás, los indiferentes, no piensan ni en Génesis ni en
Graldine, que ya no van a poder ir a bañarse a una playa porque las asesinaron
por reclamar sus derechos?
¿Los indiferentes no piensas en sus hijos pequeñitos, que
probablemente de grandes no van a poder salir tranquilos a la calle? Estamos en
un país donde es más probable que te mate un delincuente, que tengas
oportunidad de graduarte. Y a la gente parece no importarle.
Yo cuando estoy comiendo me pregunto si los chamos de
Caracas, esos encapuchados temerarios, ya comieron, o si han dormido. Ellos
están peleando por lo mismo que protesto yo, igual que todos esos que fueron
asesinados durante las marchas y concentraciones. Y a la gente parece no
importarle.
-No es que no me importe- me dice una amiga muy querida- Es
que no puedo paralizar mi vida, tengo demasiadas cosas que hacer.
Cosas como ir al gimnasio y visitar el cine con su novio.
Y eso me molesta, pero no se lo digo. Porque no puedo
obligar a la gente a protestar o a dedicar cada minuto de su vida a la causa.
No puedo obligar a la gente a pensar que esto es serio, que no estás perdiendo
el tiempo protestando, sino estás haciendo consciencia, estás despertando a
personas, estás construyendo un país dentro de las mentes y los corazones de
cada venezolano.
Ojalá ellos supieran lo importante que es cada uno, como
voz, como fuerza.
Y quiero sacudir a mis amigas, gritarles cosas como
“pendeja, no te sirve de nada el título si mañana te matan mientras vas a
trabajar”. Y quiero sacudir a cada
venezolano que se queda en su casa, mirando la protesta a través de fotos desde
su celular porque estaba cansado, porque no había comido, porque tenía flojera,
porque cree que no se hace nada marchando, porque hace mucho sol, porque está
lloviendo, porque está estudiando, porque va a salir más tarde con unos amigos,
porque, porque, porque. Son tantas excusas y tan poco esfuerzo.
No entiendo cómo quieren que las cosas mejoren si no hacen
nada diferente. También entiendo que hay gente que tiene trabajo y responsabilidades
con su familia, que no tienen tiempo para marchar.
No te estoy pidiendo que vayas a guarimbear. Pero si tienes
tiempo para echar una dormidita, tienes tiempo para escribir en un papel algún
tipo de protesta y pegarla en cualquier muro de tu ciudad. Llévale comida a los chamos que protestan. Colabora con tinta o papel para hacer volantes.
No te quedes
callado, y haz algo. Necesitamos tu ayuda, y la necesitamos ya. Lamentablemente
no basta con que seas opositor. No basta con que tuitees cosas en contra del
gobierno. No basta con que pites y sonrías cada vez que pasas al lado de unos
manifestantes. No basta con que lleves la gorrita de Venezuela a todas partes.
No basta con que reces por la paz. Necesitamos de tu mano y de tu voz, no seas
indiferente, por favor. Tu indiferencia está acabando con mi país.
También su país.
Difícil situación :/
ResponderEliminar¡Apareciste! Sí, es una situación complicada, Así estamos.
Eliminarhola! ¿cómo siguen las cosas por allá?
ResponderEliminar